Maravillosa reserva natural en la que disfrutar de un paseo, unas increíbles vistas al Pacífico o un bello atardecer. Un precioso rincón de San Diego en el que relajarse y que vale la pena mantener.

No tiene precio, sentarte en el acantilado y no hacer otra cosa que observar cómo va descendiendo el sol. Tuvimos la suerte de ir un día de sol totalmente despejado y fue una maravilla. La gente que lo conoce va más preparada y se lleva unas toallas, bebidas,etc. Hay una franja larga de acantilado dónde poder sentarte así que hay sitio para todos. No hay bares alrededor. Es fácil de aparcar.