Reservé esta visita pensando que sería como los street food tours que hacen en Sicilia, y nada que ver. Primero: la actividad la hicimos en enero, y las consumiciones se tomaban en la calle (a unos cero grados centígrados), es decir, no entrabas y te sentabas en un local... Típico milanés tal vez, pero suena a que la empresa no paga a los bares lo bastante. Los famosos Navigli milaneses no están mal, pero no pasa de ser una zona de copas impersonal y fría (humana y climáticamente). Nada que ver con el ambiente en Palermo o Catania... El guía intentó arreglarlo como pudo -a pesar de su español defectuoso- y eso se agradece. Pero me da la impresión que de los Pirineos "parriba" lo de la street food es artificial y forzado. Si vais por Sicilia no os lo perdáis, pero en Milán...