El Museo de la Ciudad está localizado en un edificio que antiguamente servía como hospital en la ciudad. Como muchos edificios coloniales de Quito, cuenta con un hermoso patio interno (con fuente y árboles), en torno al cual hay diferentes habitaciones, las cuales son hoy en día las salas del museo.
Si bien los ecuatorianos en general son gente muy amable, el personal del museo atiende con muchísima cortesía y amabilidad, siempre dispuesto a apoyarte para hacer de tu visita una experiencia maravillosa. El ingreso cuesta 3 USD y la visita se puede hacer por cuenta propia sin necesidad de guías.
El recorrido comienza por la planta baja, por lo que era la capilla del hospital durante la colonia. Posteriormente se aborda la historia de los primeros pobladores del Ecuador durante la época prehispánica. La museografía es magnífica, con salas bien iluminadas, exhibiciones sencillas pero ricas en elementos para comprender los temas, y explicaciones claras tanto para adultos como para niños. ¡La historia no tiene por qué ser aburrida! Conforme avanzas a través de las salas, vas también avanzando en el tiempo: época prehispánica, época colonial, independencia del país,... hasta llegar al Quito del finales del siglo XX. No es un museo histórico que aborde toda la historia del Ecuador, sino más bien de la vida en Quito a lo largo de los siglos, además de cómo esta cambió por sucesos de relevancia histórica.
Imágenes, dioramas, reconstrucciones de personajes y habitaciones, fotos y recursos multimedia facilitan la comprensión de los temas. Una de mis salas favoritas fue la reconstrucción de una cocina de los primeros años de la época colonial, en donde se ve la mezcla de elementos españoles e indígenas.
Recorrer todas las salas, deteniéndote a leer las placas informativas y apreciando las exhibiciones, a buen paso te lleva entre hora y media y dos horas. Hay placas con informaciones en inglés y español. En algunas salas, especialmente en la de los pueblos precolombinos, hay tablas con informaciones en quechua.
El museo cuenta con una terraza que funciona como mirador (a la altura de las salas dedicadas a los primeros años tras la Independencia), desde la cual se puede apreciar el cerro El Panecillo, tranquilamente sin tener que estar en las calles de la ciudad. La vista es magnífica, y lo mejor es que puedes apreciarla sin prisas, ya que hay bancas para sentarte.
Además del museo (que constituye casi la totalidad del edificio), hay una cafetería, una reconstrucción de los espacios originales para atender a los enfermos (vale la pena leer los curiosos menús de aquel tiempo, ahí exhibidos) y áreas al aire libre.
De todos los museos que visité en Ecuador, este fue el que más me gustó debido a su museografía.
Si acabaste tu visita y quieres conocer más de la vida antigua en Quito, justo frente al Museo de la Ciudad está el Museo del Carmen Alto, el cual también vale la pena.