Fuimos en familia y nos hicieron sentir como en casa. Las cabañas son muy cálidas y con mucha onda! La comida es muy rica. Comiamos en mesas comunitarias, lo que generaba un lindo intercambio con los otros huespedes. Olga y Juan Camilo son muy buenos anfitriones, atentos y amorosos!!
Pase un fin de semana super bien atendido por su propietario, Hotel Playa Manglares nos dio la oportunidad de descanso y tranquilidad en contacto con la naturaleza, buena alimentación. Todo muy simple pero suficiente para disfrutar y desconectarse. Los Almuerzos y cenas, te dan la oportunidad de interactuar con otros viajeros y disfrutar de un momento de relax.
Estuvimos 6 amigas íntimas celebrando nuestros 40 años en este hotel maravilloso. El lugar no pudo ser mejor para esta ocasión. Olga, la encargada del hotel es una mujer encantadora, atenta y especialmente detallista. Las habitaciones, la decoración, la comida y el ambiente en general reflejan su espíritu generoso y sensibilidad artística. Pasamos unos días inolvidables y las excursiones hacia las islas Rosario fueron increíbles. Pidan por el bote de Renato y que los lleve a playa bendita que como su nombre lo indica es un pedacito de tierra bendita en este mundo.
El establecimiento es un complejo de cabañas, algunas situadas en la parte posterior (más íntimas, tranquilas y silenciosas) otras en la zona núcleo del hotel (cerca del desayunador y la cocina). Me hospedé en una de las cabañas posteriores: muy cómoda, espaciosa, con cama king size con tul mosquitero (indispensable) y baño privado. La ducha, privada, está al al aire libre lo que le dá un aire bastante pintoresco. La atención de su propietaria, Sra. Olga, es excelente. Muy personal y esmerada. Así como la del resto del personal. Inolvidables los desayunos y cenas (a la luz de las velas) en la playa frente al mar. Ideal para románticos. Aclaración sobre la playa: muy pequeña, sin arena blanca y palmeras y casi no apta para el baño (tiene rocas). Es necesario ir a otro lugar (por…
Este hotel es una pequeña maravilla en Playa Barú. Olga, la dueña, es un encanto y atiende de maravilla. Tener ella playa para uno solo es increíble cómo lo es todo el espacio. En la planta baja se oye el ruido de los de arriba (por si te molesta mucho el ruido, para que pidas la habitación de hasta arriba).
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