Conocida por su historia medieval, su destreza en la fabricación de coches (como base de Ferrari y Maserati) y su famoso vinagre balsámico, Módena es un placer para visitantes de todas las edades. La Catedral de Módena, románica del siglo XII, con su espectacular campanario Ghirlandina (en restauración hasta finales del 2010), es patrimonio de la humanidad de la UNESCO. Justo fuera de la ciudad (y al lado de la fábrica de coches), en Maranello, se encuentra la Galleria Ferrari, dedicada a esta marca y a la industria de carreras italiana.

Mientras que los turistas se amontonan en Venecia, Florencia y Roma, Bolonia permanece tranquila. Esta ciudad universitaria medieval es encantadora e histórica, y explorarla te resultará divertido. Y notarás que el tipo de cocina local de Bolonia está a años luz del fiambre americano que lleva el mismo nombre.

El pueblo de tamaño de una pinta llamado Rust, encerrado entre la Selva Negra y el Rin, contradice su pequño tamaño y su fachada de pueblo campestre pintoresco albergando el Europa-Park, una de las principales atracciones para la familia en Alemania, además de uno de los parques temáticos más grandes de Europa.

Berlín es una ciudad tensa, desde su moda a su arquitectura hasta su cargada historia política. El Muro de Berlín es un recordatorio aleccionador de la atmósfera hipercargada de la posguerra, y aun así, los grafitis que cubren sus restos hoy en día se han vuelto un símbolo del progreso social. Visita el reloj Weltzeituhr (hora mundial), coronado con un modelo del sistema solar, luego viaja en el tiempo al cenar en el histórico Zur Letzten Instanz, un restaurante del siglo XVI que solían frecuentar Napoleón y Beethoven.