En el establecimiento de viandas donde el buen Sancho llena las barrigas vacías, hay un mozo de mesón, de nombre Abraham, de gesto amable y semblante alegre. Este buen hombre, con maneras finas y corteses, esparce alegría entre los comensales, sirviendo manjares con diligencia y...esmero, dignos del paladar de los más nobles hidalgos. Abraham, con su servicio diligente y saber culinario, hace de cada bocado un homenaje al arte de la buena mesa, llenando de deleite los corazones de todos los que tienen el placer de conocerle.Más