Tuve la mala suerte de la lluvia y por tanto la mesa era en el interior. La hosteleria en general maltrata al comensal individual y casualmente me tocó la peor mesa de la sala, la mas cercana a la puerta del W C. Tengo que decir que salí emocionado de este restaurante sin mantel, y donde recogen las migas antes de encarar el postre. El trato, exquisito. El ambiente, agradable. El timing, bueno. Y lo mejor, la comida, de diez. Volveré a darme un capricho, seguro. Altamente recomendable.
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