El lugar está en arreglos. Tienen unas habitaciones viejas con serios problemas, como el hecho de tener una familia de mapaches en sus techos que no dejan dormir.
Por suerte yo había reservado las habitaciones nuevas, pero nunca me avisaron que había obreros trabajando, lo que generaba ruido de obra constante en un lugar donde solo se debería escuchar silencio. Cuando presenté mi queja recibí la atención y la empatía de todos los empleados, que se desviven por atenderte, a pesar de las falencias en el manejo del lugar. A los dueños no les importó mi experiencia en su hotel, solo facturar. Una vergüenza ya que nunca avisaron que iba a convivir con los molestos sonidos de una obra en construcción. El lugar es caro y a los dueños no les importa darte lo que pagas.

No me hospedé en el hotel, solo fui a pasar el día y así lo disfruté mucho. La playa privada es bonita y tiene dos hamacas dentro del mar que me gustaron mucho porque te haces ahí y el mar te mece. El ambiente es delicioso, tranquilo, sin música ni vendedores, solo escuchas el sonido de las olas y la brisa. Los colchones que ponen en la playa son muy cómodos. El servicio es muy amable y la comida es sabrosa. Me encantó esta opción para pasar el día además porque habíamos, entre huéspedes y visitantes, poquitas personas. Lo recomiendo mucho.

Nos encanto! Realmente es un lugar especial, una playa privada, la comida de lo mejor, las habitaciones espectaculares, el servicio de primera... súper recomendado! De lo mejor que podrás encontrar en Barú y sus alrededores sin duda, súper recomendable