Un hotel nada despampanante que se mimetiza con el entorno y consigue dar protagonismo a su fantástica playa. Es confortable en sus instalaciones y el personal se destaca por su eficiencia y amabilidad. No pude sentirme mejor tratada. Hay pocas habitaciones, por lo tanto, poca gente. Para quien busca tranquilidad, no imagino mejor opción. Pero la estrella del conjunto es, desde luego, la playa: amplia y bastante extendida, con esa arena blanca que permite despojarse del calzado y entrar en contacto con lo natural, el Mar Caribe la baña y la besa suave y acompasadamente. Si bien hay sectores con algas, se perciben rápidamente y pueden evitarse, ya que la transparencia del agua impide cualquier ocultamiento. La comida es riquísima y pueden encontrarse opciones para distintos bolsillos (dentro del rango del hotel). El silencio, tan escaso en los lugares de veraneo, el cromatismo azul celeste del Caribe y la atención amigable son virtudes que valoro y que encontré en este hotel. En mi recuerdo, el Baru Playa quedará asociado a la felicidad.