Un enorme local que no sé si en una vida pasada fue un gimnasio, pues da esa sensación por la amplitud y disposición. Un pasillo largo bien ambientado al estilo Mediterrasian, con mesas a un lado, y al otro la cocina abierta donde el chef va dirigiendo la orquesta. Al final, la gran sala para cuando vas en grupo numeroso, los baños y la puerta misteriosa de donde entra y sale gente vestida de manera muy curiosa.
Un restaurante de comida fusión que pinta muy bien si no apareces una noche en plena faena de cenas de navidad, y te comentan que como están cambiando la carta, la mayoría de los platos no están disponibles. Eso después de pedirlos. Y aunque resultaron muy amables luego, la primera impresión cayó como falta de previsión y buen servicio.
Optamos por las sugerencias y creemos que por el aspecto global, este espacio puede dar mucho más. Puedo dejar resultado aprobado de las croquetas y el postre. Buen comienzo y buen final. Así que tendremos que regresar a comprobarlo.
Por eso, y porque el trasiego de la puerta misteriosa esconde una sala de conciertos y bailes de salón, que según el día, va rotando la vestimenta. Nos tocó el día del tango, y fue de lo más entretenido.