Había que romper el confinamiento con una razón de peso.
Después de meses sin comer en Madrid era hora de volver a las buenas costumbres. La noticia en noviembre del cierre de Zalacain nos hizo ponernos las pilas y comenzar a tachar sitios pendientes de visita de obligado cumplimiento, y sin duda el primero tenía que ser Lucio y sus huevos estrellados.
A pesar de las críticas de conocidos siempre desfavorables, siempre trató de enfrentarme a cada cocina sin prejuicios, y así lo hice.
Tarde lluviosa que invitaba a guidos y platos consistentes, y nada más atravesar la puerta del emblemático local ubicado en la calle baja, nos encontramos al maestro, con su irreductible sonrisa, que nos recibe con la naturalidad que solo los grandes saben ejercer sin ningún tipo de complejo.
Somos mi mujer y yo; había reservado una semana antes e insisto en que fuese en el restaurante principal, ya que tienen varios en la misma calle. Nos ubican en una salida que precede al salón principal (solo 5 ó 6 mesas, pero famoso por la foto de todos los presidentes de gobierno español compartiendo mantel en la mesa de la esquina. Un sitio agradable y en tiempos de Covid más seguro para centrarte en el deleite gastronómico.
Una vez ubicados colocan los cubiertos envasados y precintados cumpliendo estrictamente con el protocolo COVID. Nos ofrecen la carta a través de un código QR embebido en un cubo de metacrilato. Una carta muy variada que reducimos a tres secciones:
- Vino
- Entrantes
- Guisos
De vino tiramos por nuestra tierra: las Retamas selección. Un vino con matices de “grand cru” que nos acerca a las grades bodegas de la zona norte de la península.
De entrante no hay duda: huevos estrellados, para compartir.
De segundo: callos (un clásico de la casa) y judías con faisán. Por desgracia, las judías con faisán solo las sirven los domingos, así que nos recomiendan el plato del día: fabada.
Los huevos son los mismos que te puedes comer en casa después de una compra de calidad. Huevos con una buena talla, sin puntilla y con la yema un pelín hecha para mi gusto. La sal la aportan las patatas fritas que se esconde debajo. Parecen fritas por tu abuela, que seguro que las freía como la mía, rica cocina del siglo xx.
Sinceramente, pagar 12€ por los huevos estrellados de Lucio en uno de lis locales de más historia de Madrid es un auténtico regalo. Allá es que se fije el precio de la materia prima en super, mejor que se quede en casa.
Los callos un espectáculo. Sin duda de lis mejores callos que he probado en mi vida. Totalmente recomendable.
La fabada muy rica, pero tuvimos que mandar que nos la calentaran, y es que rompiendo una lanza a favor de la casa, he de decir que llegamos a las 15:30h.
Pedimos un postre para compartir: pan perdido. Una especie de torrija con leche condensada, toque de naranja y una capa de caramelo muy bien tostado. A su sombra una bola de helado de vainilla que combina muy bien pero no le aporta lo suficiente para mejorar un bocado tan exquisito.
Pedimos la cuenta ya llenos. Acabamos de comer en Lucio, en la Cava Baja, y por menos de 50€ por cabeza. Aquel que diga que es caro que se quede en su barrio, y más vale que nos sea en el centro de Madrid.
Enhorabuena familia, seguid defendiendo nuestra cocina en su ámbito más tradicional, dentro de poco a recordar la buena comida del siglo xx que tanto nos recuerda a nuestros antepasados.