Un hotel precioso, un trato excelente y un restaurante magnífico. Nos encantó hace del hotel el centro para desplazarnos por el norte de Portugal. La mezcla de Palacio de finales del XIX con arte moderno era chocante pero quedaba bien. La habitación era amplia y cómoda. El trato muy amable y profesional. Tuvimos media pensión y casi era un triunfo sobrevivir a la cena, todo era extraordinariamente rico pero las cantidades eran pantagruélicas. Tiene una capilla muy bonita que enseñan a los clientes que se lo piden. La ubicación está un poco alejada del centro pero hablo de 15 minutos paseando. Nos ha encantado, volveremos sin duda.