Hace tiempo que comer dejó de ser solo comer.
Cuando ya la innovación parecía acabarse en los fogones, se trasladó fuera de ellos para ofrecer cosas nuevas.
Y empezaron las experiencias novedosas en muchas diferentes formas, no siempre con sentido, no siempre acertadas. (Tal vez la mejor que he conocido, la experiencia lúdica del Tickets de Albert Adrià).
Noir ofrece una experiencia fuera de lo normal, con sentido.
Pero sobre todo es una experiencia gastronómica de alto nivel.
A la hora de definir el restaurante, el envoltorio (la experiencia de comer a ciegas) puede llamar tanto la atención que despiste del caramelo (la experiencia gastronómica).
Que es, por decirlo de nuevo, una experiencia gastronómica de alto nivel.
Cenamos allí mi hijo y yo y elegimos el Menú West (en vez del East), fundamentalmente porque ya habíamos probado mucha cocina vietnamita y nos apetecía probar la interpretación de platos occidentales.
Estuvo todo exquisito, con un servicio impecable y una agradable conversación por parte de un camarero llamado Bao (perdón si lo escribo mal).
La visita se inicia con un pequeño juego a ciegas, luego te conducen a oscuras hasta la mesa con los brazos apoyados en los hombros de tu camarero, cenas y finalmente sales de nuevo como has entrado y en una tablet te muestran los platos que has comido.
En nuestro caso creo recordar que fueron 3 tiempos con 3 bandejas y un total de unos 13 ó 15 platos, todos ellos exquisitos.
Cenar a ciegas tiene dos cosas buenas.
La primera es muy obvia: ante la ausencia de estímulos visuales distractores, el sentido del gusto se realza y uno percibe mucho más los alimentos y sus complementos.
La segunda puede ser menos obvia: ante la ausencia de estímulos visuales distractores, la voz (es decir, la conversación) pasa a tener un papel enormemente relevante en la cena. Mi hijo de 20 años y yo mantuvimos una conversación muy interesante, detonada precisamente porque la voz era la única forma de poder mantener contacto a oscuras. Como si el hecho de estar a oscuras obligara a usar mucho más ese hilo de contacto que es la voz.
Pero de todas formas, lo más importante es que se trata de una experiencia gastronómica muy buena. Y enormemente recomendable disfrutarla, sobre todo con el añadido de la experiencia de hacerlo a ciegas. (Y por poco más de 30€ por cabeza).
Hemos estado en varios restaurantes situados en pisos altísimos, algunos de ellos rotatorios, donde las vistas son impresionantes pero la comida es bastante floja. Como si el hecho importante fuera ver, no comer.
Es cambio en Noir, donde es imposible negar que las vistas son literalmente nulas, la comida es realmente exquisita.