Es un restaurante pequeño en la Candelaria, con decoración rústica y antigua lo que lo hace demasiado colonial para mi gusto.
Comimos ajiaco, estuvo muy bueno, muy generoso con muy buena porción de pollo. Cuando ya lo estaba acabando la mesera se dio cuenta que estaba muy seco y me ofreció más caldo, esos detalles te hace sentir que estás siendo atendido por tu mamá, por la calidez de la atención, el servicio y el sabor de la comida. No es un restaurante comercial con mucha variedad, más bien, por ratos te olvidas que estás en un restaurante. Si quieres recordar o saber cómo es la atención de una típica mamá colombiana debes ir.