Cuando uno llega al hotel el y el botones es él que mejor te atiende junto al personal del SPA, ya hay algo extraño.
La habitación al solicitar aseo encuentras botellas bajo el velador y en el desayuno del día 18 don Carlos Garzón intenta insistir en que un café negro es un spresso recién salido de la máquina luego de 20 minutos esperando un huevo frito, hay que replantear las estrellas que se están cayendo rápidamente por culpa del poco interés. No lo recomiendo si hay tantos buenos hoteles en Viña del mar.Más
- Wi-Fi gratis
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