Si estás dispuesto a vivir unas noches en una antigua casa colonial, mínimamente remozada, en medio de la naturaleza domesticada por la mano del hombre, éste es tu hotel.
Si no quieres renunciar a los detalles de un hotel ejecutivo, ése no es tu hotel. Porque la amabilidad y familiaridad de las personas que te atenderán, el espectacular y tranquilidad del entorno, la decoración colonial al mínimo detalle, el romanticismo general del lugar no te cautivarán.
Por el contrario, si te dejas cautivar por aquellos detalles no echarás en falta un baño con moderno pavimento, un closet o armario en la habitación, un cristal en la celosía de la habitación o una ubicación a pie de carretera.
Un desayuno personalizado, atendido por una persona que se preocupa por tus gustos, servido en el comedor de la antigua mansión, colindante con un salón con vistas al entono, guaduales y jardín incluidos, amenizado por una música suave muy acertada no tendrán suficiente valor para que puedas decir como yo: tengo que regresar. Y esta vez, a poder ser, con mi pareja y por ocio, para disfrutar de todos los pequeños detalles del lugar. A pesar de la falta de comodidades. A pesar de las camas antiguas. A pesar de lo poca ortodoxa distribución de las seis habitaciones de que dispone el hotel boutique.