Nos alojamos en agosto cuatro noches, eramos dos familias y Manida consiguió que nuestra estancia fuera muy agradable. El ambiente es familiar y acogedor. Las chicas jugaban en la calle al badminton con el hijo de Manida y nosotros nos dabamos largos paseos caminando por el pueblo, entre arrozales y visitando los mercados de los alrededores.Tuvimos la suerte de ver búfalos de agua nadando al atardecer y disfrutamos de la tranquilidad de la aldea.
La casa de huespedes tiene todo lo esperado, un buen aire acondicionado y conexion wifi. La comida perfecta, Manida es una buena cocinera, probamos platos tradicionales, a las chicas les encantaron especialmente los platos de verdura como el Morning Glory, y el arroz aglutinoso fue todo un descubrimiento.
Imprescindibles los servicios de la masajista experta que Manida pone a tu disposición, verdadero masaje tradicional, todos pasamos por sus manos.
Lo que mas valoramos de nuestra estancia es que en todo el tiempo, no vimos ni un solo turista!!, fue como asomarse a la verdadera Tailandia rural.
Una Chang bien fresquita y un buen repelente para mosquitos es todo lo que necesitas para hacer de estos días algo inolvidable!Más
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