Una cosa es saber que el Mediterráneo es un concepto geográfico y cultural y una extensión del Océano Atlántico. Otra, muy distinta, es pensar en que este mar, único por su forma y escenario de tantas cosas, que van desde la mitología hasta lo económico y lo geopolítico, continúe siendo hoy objeto de sueños y de realidades trágicas que parecen arrancadas de un maremágnum dramático y de sueños a la vez.
Mitos, sueños, dramas y realidades geopolíticas se conjugan al unísono en este mar como un llamado etéreo y subliminal o, tal vez, como una sentencia trágica que golpea el pensamiento de quienes se encuentran en el centro de este conjunto. ¿Quién no ha soñado viajar en un crucero lujoso recorriendo las aguas milenarias de un mar que, en su momento, transformaron el mundo? O, ¿quién por el contrario, no se ha sentido conmovido por el drama de miles y miles de inmigrantes que buscan en el lado occidental algún sosiego a su desperrada situación? Para cualquier persona, dadas las circunstancias conocidas que a diario se viven, no resulta difícil imaginarse los escenarios contradictorios de esta realidad.
El Mediterráneo, no es sólo el segundo mar interior más grande del mundo, después del Caribe, sino que es único por su configuración geográfica que acoge cuatro grandes penínsulas: Ibérica, Itálica, Balcánica, en Europa y la de Anatolia en Asia, y, a su vez, acoge otros mares interiores, tales como: el Baleárico, Tirreno, Adriático, Jónico, Egeo, y Negro. De este modo, el Mediterráneo comunica el Atlántico con Asia, a través del mar Negro y el Mar Rojo, a través del Canal de Suez. Europa, Asia y norte de África, unidos a través de un mar legendario y excepcional.
Alberga múltiples islas y archipiélagos, algunos mayores, como los de gran tamaño: Baleares, Córcega, Cerdeña, Sicilia, Creta y Chipre hasta menores: Alborán, Chafarinas, Columbretes, Elba, Malta, Pantellería, Dalmacia, Jónicas, Itaca, Cícladas, Lesbos, Rodas, Dodecanesco, Cada una de ellas con sus propias historias y leyendas. El Mediterráneo y su cuenca es la región del olivo y de los cereales y fue el escenario de los primeros descubrimientos geográficos, simultáneos al origen de la navegación marítima.
El Mediterráneo también es historia, una historia que articula al antiguo Egipto, Israel y Fenicia y a Grecia y Roma, civilizaciones éstas que llegaron a convertir al Mediterráneo en el Mare Nostrum. La irrupción del Islam significó, en cierto modo, la ruptura de la unidad, pero, lo admirable de esta irrupción, fue que la actividad del intercambio comercial se mantuvo viva y dinámica entre las diferentes ciudades,