Un bonito restaurante, con una decoración rustica y un personal muy amable con una sonrisa en la boca durante todo el servicio.
La carta es extensa, y a pesar de ello, no hay ni un solo plato vegano. Aunque puedes quitar el queso de cabra en la ensalada y el pan que tuestan con mantequilla, por ejemplo.
Las raciones son generosas, en la cheeseburguer que pidio mi pareja, 20 €, las patatas no eran congeladas y la hamburguesa estaba deliciosa.
Había bastante gente, por lo que esperamos más de 20 minutos para comer, tampoco es mucho teniendo en cuenta que solo ví a dos cocineros.
Nos tuvimos que levantar nosotros mísmos a por la sal y el ketchup, ya fuera porque se habían olvidado a ofrecerlo o estaban las camareras algo ocupadas.
En definitiva un buen lugar para comer, mucha variedad y calidad.
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