El Chalet es encantador de entrada. El personal es muy amable y el jardín, la huerta orgánica y la vista a la laguna son bellísimos. El restaurante está bien, aunque le falta variedad en los platos, en los cuales no se aprovecha lo suficiente la delicia de vegetales y frutas que producen allí mismo. Sin embargo, para ir a comer está bien. Dormir allí en cambio es menos atractivo: las habitaciones están muy mal aisladas y el ruido del vecino es inevitable. El aislamiento del frío en todos los lugares deja mucho que desear. No han aprendido de los suizos, por ejemplo, cómo calentar bien los lugares, y por lo mismo desperdician mucha leña en sus chimeneas y energía eléctrica en calentadores, en habitaciones y espacios con filtraciones de viento permanentes. Varias de las camas están muy usadas, igual que las colchones, así que la paz y tranquilidad prometidas no llegan a la hora de dormir.