Pijiba es, simplemente, uno de los lugares más espectaculares, bonitos y especiales que hemos visitado (y, os lo aseguro, hemos estado en muchos lugares en muchas partes del mundo). Siempre que hacemos un viaje intentamos combinar los lugares de visita obligatoria, aquellos que salen en todas las guías y foros de viaje, con lugares menos turísticos y más alternativos. Nuestro objetivo es encontrar rincones no explotados, sin demasiado turismo, pero a su vez bonitos y que merezcan la pena, lugares especiales que le den al viaje un toque diferente. Pues bien, sin saberlo, venir a Pijiba fue la mejor decisión que tomamos. Para empezar, llegar a Nuqui es ya media aventura, pues te montas en un avioneta diminuta en Medellín y llegas a un descampado en medio de la selva que te deja, ya de inicio, con la boca abierta. Luego debes coger una lancha, mar adentro, que al cabo de 40 minutos te deja en una playa en un entorno natural espectacular. Allí estaban Alejandro y Gonzalo esperándonos. "Qué lugar tan remoto y alucinante!", dijimos. Mi pareja y yo estuvimos literalmente flipando los cuatro días que duró nuestra estancia en Pijiba. La cabaña no tenía electricidad. "No podremos cargar la batería del móbil", pensé. Pero luego te das cuenta de que allí, en medio de la selva, no tienes ni cobertura de teléfono. Estuvimos desconectados de Whatsapp, Instagram, Facebook y del mundo 2.0 (porque al final, es para eso que usamos el teléfono móvil) durante cuatro días, y lo más maravilloso es que conectamos con nosotros mismos como pocas veces lo hemos hecho antes.
Y ahora, cosas prácticas que, como futuros visitantes, seguramente os interesará saber:
- Los colchones son MUY cómodos. Más bien blandos, pero tampoco en exceso. Las almohadas también son muy cómodas
- De la ducha sale agua en abundancia
- Por la noche no hace nada de frio
- Está todo inmaculadamente limpio
- Traigan champú, porque en la cabaña sólo hay jabón
- La comida es algo de otro planeta; simplemente deliciosa. Rubi es una cocinera muy talentosa, aparte de una persona adorable. A veces todavía sueño con aquél riquísimo patacón, y con esa sopa de pescado... madre mía!
- Hay cerveza y snacks varios, aparte de fruta y tarta que uno se puede llevar en un tupper si se va de excursión
- No hay tantos mosquitos como me esperaba
- Básico traer una linterna
- En la cabaña donde está la recepción sí que hay enchufes para cargar baterías
- Las zonas comunes son amplias y bien pensadas para disfrutar del aislamiento. Hay varias hamacas para poder tumbarse a leer o, simplemente, a respirar y a disfrutar de las vistas y de los sonidos del mar y la selva. Tendría que haber grabado en audio esos sonidos tan espectaculares
- Gonzalo (el propietario) y Alejandro (el encargado) son gente que merece la pena conocer. Lo que más nos gustó es que Pijiba no es solamente un lugar donde ir a hospedarse, sino que, si uno quiere, puede aprender la historia de la región y de sus comunidades negras e indígenas, así como conocer qué políticas sociales y enfocadas a la sostenibilidad de la zona se están haciendo. Realmente un valor añadido que le da una perspectiva mucho más profunda e interesante al viaje
- Nosotros volamos desde y para Medellín, pero a la vuelta el vuelo se demoró un día por mal tiempo. En la medida de lo posible, recomendamos contar con imprevistos y darse margen para no perder otros vuelos.
- NO recomendamos volar con Satena. Muy impresentables (pero eso lo escribiré en una review aparte!)
Podría continuar escribiendo sobre nuestra maravillosa experiencia en Pijiba y Nuquí, pero me darían las tantas de la madrugada. Simplemente diré que es gracias a lugares como este y gracias a gente como Gonzalo, Alejandro y Rubi que merece la pena viajar.